Avellaneda es uno de los municipios más importantes de la Provincia de Buenos Aires por su ubicación geográfica, historia, patrimonio cultural y deportivo, y su desarrollo industrial y comercial.
Enclavada al sudeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, está separada de ésta apenas por el Riachuelo: con sus tradicionales puentes, es la entrada al primer cordón del Area Metropolitana, fundamentalmente a través de la Avenida Mitre, camino existente desde el siglo XVII.
Su puerto, en Dock Sud, es fundamental ya que es el segundo de mayor movimiento del país. Por allí entra y sale mucha de la mercadería que mueve la economía nacional.
Avellaneda está compuesta por siete localidades: Avellaneda Centro , Dock Sud, Gerli, Piñeyro, Sarandí, Villa Domínico y Wilde, que agrupan a unos 400 mil habitantes, y a las cuales se accede por diferentes transportes públicos y avenidas.
La Ciudad, fundada el 7 de abril de 1852, tiene una superficie de 54 km2 y limita con la Ciudad de Buenos Aires (al norte), Quilmes (sur), Lanús (oeste) y el Río de la Plata (este).
A veces pensar el pasado equivale a enumerar grandes acontecimientos, momentos heroicos congelados en bronce. Pero todos esos grandes procesos pueden ser entendidos también como la suma de pequeñas experiencias que los componen.
Reducimos la escala y nos damos cuenta de que la vida de una comunidad a través del tiempo condensa en su interior los rasgos más significativos de la identidad de una Nación. Una comunidad que se convierte en la llave para adentrarse en el pasado argentino. En ese sentido Avellaneda no es un municipio más: ha sido escenario de procesos históricos trascendentes, fuente de trabajo industrial, nuevo hogar de migrantes. Cada ruptura histórica, cada momento de cambio político y económico del país, tuvo un efecto palpable en Avellaneda. Mirando esos efectos reconstruimos la trama, recuperamos los significados de la Historia en nuestras vidas.
Los inicios
Un comienzo posible: 1580, Segunda Fundación de Buenos Aires. Después de aquel intento fallido de Pedro de Mendoza por instalarse en tierras americanas desconociendo la existencia de pueblos querandíes en el área bonaerense, Juan de Garay se asienta en un perímetro recortado de quince cuadras, con epicentro en la que hoy es Plaza de Mayo.
Será el propio Garay quien le adjudique a comienzos del siglo XVII una chacra a Don Juan Ortiz de Mendoza, en el lugar donde luego se formaría el pueblo de Barracas al Sud. ¿Qué eran estas “barracas” a las que referiría el nombre? Mientras a lo largo de la actual avenida Mitre tomaba forma el Camino Real al Sud –esa tierra apisonada por el paso de las tropas de ganado-, el Riachuelo comenzaba a ser testigo de la formación de las barracas, construcciones precarias para almacenar cueros y otros productos comercializables. Mientras duró el comercio de esclavos, también en el Riachuelo y cerca del actual Parque Lezama, funcionaban las barracas en donde los esclavos traídos desde África eran “albergados” hasta su venta.
La cercanía al puerto y al Camino Real convertía a la zona en una intersección dinámica donde se cruzaban diariamente comerciantes, pobladores, dueños de ranchos y pulperías. Y viajantes que encontraban en ellas un sitio de abastecimiento, intercambio, crédito y alojamiento. Una vitalidad fluida, por momentos arbitraria y sin plan aparente, caracterizaría el crecimiento de la zona. Este desarrollo también implicaba una amplia oferta para los ratos de ocio: como cuenta el periódico local “La Ciudad”, desde el año 1780 arrancan las noticias de las primeras corridas de toros en esta zona de Barracas al Sur. En efecto, el pulpero Gálvez, que más tarde sería arrendatario del primer puente de Barracas, tenía corral para lidiar toros en su chacra para diversión de sus amigos, dando funciones que atraían una considerable cantidad de público. Hasta bien entrado el 1800 tuvieron lugar las corridas en este lado del puente, en forma clandestina. Completaban la partida los reñideros de gallos, el juego de bochas y las carreras de sortija.
En 1822, cuando todavía se hacían sentir los ecos de las guerras de independencia, Bernardino Rivadavia dispone que las barracas y depósitos existentes alrededor de la Plaza de la Victoria, esa antigua Plaza de Mayo, fueran mudados al otro lado del Riachuelo. Así, esa que todavía no era Avellaneda formó parte desde muy temprano de un conglomerado de actividades productivas que giraban en torno al puerto de Buenos Aires, a medida que se delineaba cada vez con más fuerza esa vocación de país agroexportador. Sede del intercambio comercial entre la corriente económica del río y la ruta de las carretas del sur, Barracas al Sud constituía ya desde entonces una promesa de trabajo y hogar para cientos de hombres y mujeres.
Industrias de antaño: del saladero al frigorífico
Desde el nudo que hoy se forma al pie del actual Puente Pueyrredón, en esos metros iniciales de la Avenida Mitre y la Avenida Yrigoyen, podían divisarse hacia el año 1825 los primeros establecimientos saladeriles. Por aquel entonces, diversos viajeros europeos como Xavier Marmier y Alcides d’Orbigny dejaron testimonio en sus crónicas de la gran impresión producida por la vista de estos peculiares lugares de trabajo. La destreza de los peones faenando, los ríos de sangre vacuna que desembocaban sobre el curso del Riachuelo, el aprovechamiento de cada mínima parte del animal como producto a comerciar: la carne luego hecha tasajo y el cuero, directo para exportar, sebo para velas, jabones y aceite, residuos que se convertirían en abono. Mientras tanto un primigenio proletariado comenzaba a poblar el paisaje, entre faenas y noches de pulpería, abandonando la campaña para instalarse en rancheríos desordenados alrededor de los galpones de trabajo.
Vertiginosos cambios se avecinaban en los últimos años del siglo XIX para el área que desde 1853 ya era formalmente reconocida como Barracas al Sud. Hacia 1871, la epidemia de fiebre amarilla que asoló la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores puso en estado de alerta a las autoridades locales y se hizo imperativo tomar medidas en materia de higiene y saneamiento para evitar la difusión de la enfermedad. De manera imprevista, una de las afectadas por estas políticas fue la pujante actividad saladeril: ese mismo año se decretó la erradicación oficial del Saladero. Y en tanto algunos pequeños empresarios optaban por soluciones de compromiso, tales como rebautizar el establecimiento con el nombre de “grasería”, otros comenzaban a buscar alternativas modernas para lograr que el negocio sobreviviera. Una combinación de ambas fue la alternativa por la que se inclinó la antigua grasería Sansinena, que hacia 1885 devino “Compañía Sansinena de Carnes Congeladas”, mejor conocida con el nombre de fantasía de “Frigorífico La Negra”, el histórico establecimiento fabril de Avellaneda. Pronto quedaría definitivamente instalado en el que fuera su emplazamiento histórico: su frente sobre avenida Pavón, de espaldas al Riachuelo, y lindando por uno de sus costados con el recientemente instalado Ferrocarril del Sud.
Cuando en 1904 se establece por Ley Nacional el nombre de Avellaneda -honrando a aquel tucumano que fuera presidente argentino entre 1874 y 1880- el municipio contaba con una diversificación industrial que incluía aserraderos y astilleros, destilerías, fábricas alimenticias, textiles, gráficas, talleres metalúrgicos y empresas de manufactura de vidrios y enlozados. Para 1914 era la mayor ciudad industrial y obrera de la Argentina.
Avellaneda obrera
El correlato de la creciente proliferación de fábricas estaba representado por los aluviones migratorios: millones de hombres y mujeres, principalmente de España, Italia y diversos países de Europa del Este, eligieron este país para afincarse en busca de mejores oportunidades de vida. Avellaneda recibió un gran número de ellos y las barriadas obreras se multiplicaron ante su presencia, muchas veces sin contar con las condiciones adecuadas para que esta incipiente clase obrera pudiera llevar adelante una existencia digna.
En las primeras décadas de ese vertiginoso siglo XX, los obreros y obreras de Avellaneda comenzaron a organizarse en su lugar de trabajo, y aunque no lograron constituir sindicatos duraderos, pudieron articular demandas concretas para mejorar su situación. Las condiciones laborales de la industria eran el eje principal de las denuncias obreras: la falta de higiene en la fábrica, la ausencia de medidas de seguridad y las extensas jornadas de trabajo eran las quejas más recurrentes por parte de los trabajadores.
La ruptura institucional que implicó el golpe de estado de José Félix Uriburu en 1930 se hizo sentir en las espaldas de aquel naciente movimiento obrero. El presidente de facto creó el puesto de Interventor Policial de Avellaneda, función que desempeñaría José W. Rosasco con el mandato expreso de “limpiar” el municipio. Bajo su mando fueron realizadas numerosas redadas, se ordenaron fusilamientos sumarios, torturas a militantes, deportación de extranjeros y el envío de militantes anarquistas al penal de Ushuaia, Tierra del Fuego.
Y por esos mismos años que la organización obrera adoptaba formas subterráneas, una nota de color alegraría la zona aunque más no fuera por una noche. Tal como refería el periódico local, el 27 de septiembre de 1933 “fue un día de excitación y nerviosismo para quienes ya se habían reunido en las instalaciones de Leales y Pampeanos, en la calle Sarmiento 37, de nuestra ciudad. Ese día las expectativas habrían de alentar una de las ambiciones más deseadas por los porteños de ley que se dedicaban a honrar diariamente a la musa del tango. Tal ambición no era otra que encontrarse en carne y hueso con uno de los sacerdotes más idolatrados del tango. Y allí hizo su aparición, en esa casa que fue y sigue siendo cuna de gauchos de estirpe, el máximo artífice y cultor del tango: Carlos Gardel.”
El 17 de octubre de 1945 en Avellaneda
El peronismo como proceso político que marcó la historia de nuestro país también estuvo ligado desde muy temprano con la participación activa de trabajadores y vecinos de Avellaneda. Para muchos historiadores, la zona sur del Gran Buenos Aires, en general, y Avellaneda, en particular, puede pensarse como un espacio clave para entender el desarrollo de esas jornadas comprendidas entre el 16 y el 18 de octubre. Por un lado es preciso retomar la histórica trayectoria de organización obrera en las industrias de la zona. Por otro, la afinidad que muchos trabajadores y trabajadoras de la Argentina experimentaron hacia Juan Domingo Perón y su labor al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión. La posibilidad de perder esas conquistas ganadas, ante su renuncia y posterior encarcelamiento, motivó una respuesta activa por parte de la clase obrera.
Cuentan los diarios de la época que el 16 de octubre “los obreros del frigorífico Wilson de Avellaneda, abandonaron sus tareas. De inmediato se constituyeron en manifestaciones que recorrió algunas calles vivando el nombre del ex vicepresidente de la República y solicitando su libertad… Cosa similar ocurría en las inmediaciones de los talleres de la finca Siam Di Tella de Avellaneda (…)”
Al encaminarse los trabajadores en dirección a la Capital, las fuerzas policiales dispusieron levantar los puentes. Esto sólo aguzó el ingenio popular: los manifestantes optaron por tomar los puentes ferroviarios, saltando sobre los durmientes. Los más temerarios se animaron a cruzar el Riachuelo a nado o sobre improvisadas barcazas.
La prensa refiere que “pasadas las 18, todos los obreros de Avellaneda concentrados dispusieron dividirse en dos columnas. Una de ellas formada por más de 6.000 personas, entre las que predominaban gran cantidad de mujeres, quienes iniciaron su marcha hacia esta capital, pero al llegar al puente General Uriburu, numerosa policía procuró disuadir a los manifestantes de proseguir el desfile”. Muchos retornaron hacia el centro de Avellaneda en busca de la otra columna, para reagruparse e intentar el cruce por el puente Pueyrredón, pero nuevamente la policía impidió el paso.
El 17 amaneció con la adhesión a la huelga por parte de algunas de las principales fábricas de Avellaneda: el Frigorífico La Negra, Cristalería Papini y los Talleres Metalúrgicos Tamet. También se sumaban al paro los obreros de numerosas fábricas y talleres más pequeños. En algunas estaciones eran los propios obreros ferroviarios los que paraban los trenes, como en el Ferrocarril del Sud, para cargar manifestantes y llevarlos a la Capital. Una vez allí, diversos grupos de jóvenes, entre ellos el denominado “Jóvenes Revolucionarios por la Justicia Social de Avellaneda” se organizaban para proveer de alimentos a los trabajadores y trabajadoras que decidían pernoctar en la Plaza de Mayo.
El 17 por la noche finalmente se haría presente en esa Plaza el General Perón. Las jornadas previas y los 10 años que por venir guardarían un lugar especial en el recuerdo de la clase obrera de Avellaneda.
El historiador Edgardo Cascante comenta que con posterioridad al derrocamiento de Perón, entre 1957 y 1959, los peronistas de Avellaneda acostumbraban a manifestar -siempre bajo un régimen de rígida proscripción- durante las noches de cada 17 de octubre, con gritos como “Perón Vuelve”, o “La vida por Perón”, con el agregado de petardos, barricadas y más de un tranvía incendiado en la Avenida Mitre, entre Olavarría y Ocantos.
El arraigado activismo obrero se haría sentir también cuando en mayo de 1969, al producirse el Cordobazo, numerosas manifestaciones de apoyo sindical se desplegaron por las calles de Avellaneda.
Los años ’70 fueron momentos de retracción para la industria nacional. Avellaneda lo percibiría rápidamente con los cierres de muchas de sus más emblemáticas fábricas. Este proceso se acentuó a partir de la instalación de la dictadura militar en marzo de 1976: desindustrialización, desinversión productiva e intentos de disciplinamiento de la clase obrera serían golpes contundentes para el municipio. En esta época funcionó el centro clandestino de detención conocido como “El Infierno”, instalado en la Brigada de Investigaciones de Lanús, pero con asiento en Avellaneda. La amplia mayoría de los detenidos que pasaban por ese lugar eran obreros de distintas fábricas del Gran Buenos Aires.
Las décadas del ’80 y el ’90 fueron testigo de una profundización de la grieta abierta a lo largo de la dictadura. El paisaje industrial de antaño, de productividad y organización obrera, dejaba paso a un tendal de fábricas abandonadas. Y en esa línea, los censos de la época daban cuenta de un despoblamiento creciente: aquella Avellaneda elegida por miles de familias migrantes era cosa del pasado. Este proceso de crisis económica se manifestó también en el reclamo de hombres y mujeres sin trabajo que comenzaron a organizarse en movimientos territoriales de trabajadores desocupados, con gran presencia en la zona sur del conurbano bonaerense. El clima de tensión y malestar hizo eclosión en diciembre de 2001, con la caída del presidente Fernando De la Rúa y una sucesión de gobiernos fugaces que evidenciaban la inestabilidad política nacional del momento. El 26 de junio de 2002 Avellaneda iba a ser una vez más el escenario de un acontecimiento político que se convertiría en un punto de quiebre en la coyuntura nacional. El Gobierno Nacional, al mando de Eduardo Duhalde, ordenó una 10 en la que fueron asesinados los militantes sociales Darío Santillán y Maxi Kosteki, del Movimiento de Trabajadores Desocupados, de Guernica y Lanús respectivamente, agrupados en la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. El repudio generalizado y el reclamo por justicia fueron la sentencia que puso fin a la presidencia de Duhalde.
En esos meses transcurridos de diciembre a junio de 2002, comenzaban a gestarse consignas y proyectos que tendrían profunda incidencia en el modelo de país que se avecinaba, que recuperaban antiguas tradiciones en materia de derechos humanos, civiles y laborales y que se animaban a soñar otro país posible.
Mucho tiempo pasó desde aquellas primeras Barracas al sur del Riachuelo. La historia nunca es lineal y continúa siendo fruto de las acciones humanas, de los proyectos apasionados de hombres y mujeres, de sus esperanzas e incertidumbres.
Hoy Avellaneda vive un nuevo momento de su historia y los horizontes que se traza guardan las huellas de un fascinante camino transitado.
Bibliografía:
E.Cacante, “La Crucesita de Barracas al Sud. Historia e historias.” Ed. Dunken, 2003
E.H.Puccia, “Barracas: su Historia y sus tradiciones.” Ed. Fabril Financiera, 1968
R.Tarditti et Al, “Las jornadas de Octubre de 1945. Los hechos en Avellaneda.” III Congreso de Historia de la Pcia. y de la Ciudad de Bs.As. – 2004
Fuentes
Periódico y Anuario “La Ciudad” 1972-2005. Archivo Histórico de Avellaneda.
El Municipio de Avellaneda es uno de los 135 partidos de la Provincia de Buenos Aires. La Ciudad está emplazada en lo que se conoce como el primer cordón del Área Metropolitana (Gran Buenos Aires).
Limita al norte con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -apenas separados por el río Matanza-Riachuelo-, al este con el Río de la Plata, sur con el Partido de Quilmes y al oeste con el de Lanús.
Se trata de uno de los distritos más importantes de la Provincia, no sólo por su localización; también por su rica historia, su patrimonio cultural y deportivo y su desarrollo económico. De acuerdo con el último censo (año 2010), en Avellaneda viven 342.677 personas. Su territorio, de 52,48 kilómetros cuadrados, se divide en siete localidades: Avellaneda Centro, Dock Sud, Gerli, Piñeyro, Sarandí, Villa Domínico y Wilde. Se trata de la décimo segunda ciudad más poblada del Area Metropolitana y la séptima en densidad poblacional, con 6.230 habitantes por kilómetro cuadrado, en 113.142 hogares.
Con su tradicional seguidilla de puentes sobre el Riachuelo, Avellaneda es la entrada al sector sudeste del Gran Buenos Aires. La Avenida Presidente Bartolomé Mitre, un camino existente desde el siglo XVII, atraviesa de norte a sur toda la Ciudad y es una de las vías de comunicación más transitada, entre las que también se destacan las avenida Belgrano, Crisólogo Larralde, Ingeniero Huergo, Güemes e Hipólito Yrigoyen. A través de la autopista Buenos Aires-La Plata, Avellaneda se conecta con la Ciudad de La Plata, capital bonaerense, y también con los grandes centros turísticos de la costa provincial, como Pinamar, Villa Gesell y Mar del Plata, entre otros. Además, el ferrocarril Roca cruza el Partido: en el ramal que une Constitución, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con La Plata, a través de las estaciones Avellaneda, Sarandí, Villa Domínico y Wilde; y en el que va de Constitución a Temperley y Ezeiza, por las paradas Avellaneda y Gerli.
En el Partido, el 99, 06% de los habitantes mayores de 10 años está alfabetizado, proporción que supera la media nacional (97,96%). Hay más de 70 instituciones de educación inicial, primaria, secundaria y universitaria, públicas y privadas. También hay centros de formación profesional y artística.
A pesar de tratarse de un Municipio con una impronta netamente industrial, existen más de 60 plazas, parques y plazoletas, con una proporción de alrededor de 1,3 metro cuadrado de espacio verde público por habitante. En Avellaneda existen ocho comisarías de la Policía Bonaerense y hay 12 bases de Bomberos Voluntarios.
En el plano sanitario, existen cuatro hospitales provinciales públicos y una Unidad de Pronta Atención (UPA 24 horas), además de 26 Unidades Sanitarias Municipales y media docena de centros de atención primaria municipales. Desde 1913, el Hospital provincial de Agudos «Pedro Fiorito», localizado en Avellaneda Centro, atiende a miles de pacientes de toda la región y es considerado uno de los centros de atención de la salud más importantes de toda la provincia de Buenos Aires. A pocos kilómetros, en la localidad de Sarandí, también se erige el Hospital provincial Presidente Perón, fundado en 1951 como uno de los más modernos hospitales del país. Allí, en su lecho de enferma, Eva Duarte de Perón, Evita, dejó sellado para siempre un acontecimiento notable y universal: el 11 de noviembre de 1951, emitió el primer voto femenino en la historia argentina.
Desde el camisolín y el guardapolvo hasta quedar manchado con huevos y harina en el típico ritual de graduación en la universidad. Avellaneda lleva de la mano a cada vecino y lo acompaña en su formación educativa con una amplia gama de escuelas públicas primarias y secundarias, institutos artísticos reconocidos a nivel nacional y carreras universitarias tradicionales y modernas.
El Distrito cuenta con 39 jardines de infantes municipales distribuidos en todas las localidades y a los que asisten casi seis mil chicos. Además, varios de estos establecimientos ofrecen la modalidad de jornada completa, lo que representa una contención importante para aquellos padres que, debido a sus ocupaciones particulares, no pueden quedarse con los hijos. Siguiendo el camino formativo, encontramos cerca de 80 escuelas públicas, con enseñanza a nivel Primario, Secundario y Escuelas Técnicas a las que se suman más de 30 institutos privados. También están a disposición de los vecinos 18 sedes de apoyo escolar primario gratuito, con una asistencia promedio de 300 alumnos, y cuatro a nivel secundario, a las que concurren 150 jóvenes.
En paralelo, vale destacar la puesta en marcha del Programa Puntos Culturales. La iniciativa apunta tanto a la formación como a la recreación, también de forma gratuita y con más de 20 sedes para que cada habitante del Partido tenga acceso a una de ellas cerca de su barrio, en los clubes, sociedades de fomento o polideportivos. Allí, la oferta de talleres es amplia y variada: danzas, artes visuales y populares, música y manualidades, son algunas de las propuestas.
Una vez terminado el colegio, la Comuna brinda una interesante serie de institutos municipales de formación artística y cultural. ¿Las carreras? Profesorado en Artes Visuales, Ceramista Técnico Superior, Realizador Cinematográfico con especialización en documental o ficción, Tecnicatura en Fotografía, con un título intermedio de Fotógrafo, Tecnicatura en Actuación y Profesorado de Arte en Música, entre otras. Además, siguiendo con el rubro musical, se dictan cursos para chicos (5 a 12 años) y jóvenes (13 a 18) de danzas, instrumentos autóctonos, zapateo y folklore.
Para aquellos que no pudieron tener acceso a la educación, se lleva a cabo también el programa de alfabetización “Yo sí puedo”, mediante el cual se les enseña a leer y a escribir a los vecinos, sin importar su edad o experiencia previa. Este sistema, que tuvo su origen en Cuba, utiliza a los medios de comunicación, principalmente la televisión, para ir incorporando de manera pedagógica y cercana los conceptos para el aprendizaje. En junio de 2013, el trabajo dio sus frutos con la graduación de los primeros 20 alumnos en un acto encabezado por el intendente, Jorge Ferraresi y con la presencia de la coordinadora del programa de alfabetización, Mariana Peregrino.
La educación universitaria también entra en el rango de acción de la Ciudad. En la sede de la Universidad de Buenos Aires (UBA), miles de jóvenes cursan materias del Ciclo Básico Común (CBC) para luego meterse de lleno en las asignaturas específicas de la carrera elegida. Pero hay más: aquellos que prefieren extender su formación técnica tienen la Facultad Regional de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), un espacio reconocido a nivel nacional, con sedes en Villa Domínico y en Avellaneda Centro.
Y desde marzo de 2011 el orgullo local se incrementó al inaugurar finalmente la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), que en poco tiempo se ganó un lugar en el ámbito educativo con carreras que exceden a las tradicionales, como Guiado de Viajes y Turismo, Ciencias Ambientales o Diseño de Marcas y Envases, entre otras alternativas que seducen a los jóvenes. La apertura de las puertas de la UNDAV confirmó que era un espacio necesario, ya que apenas en el primer llamado a inscripción, en marzo de 2011, se anotaron más de mil alumnos, y dos años más tarde, en marzo de 2013, el número se incrementó a 3.365. Otro dato no menor y que grafíca de la mejor manera la importancia de la Universidad en el Distrito indica que el 80 por ciento de los alumnos que cursan en la UNDAV pertenecen a la primera generación de estudiantes universitarios en su familia.
Todo este amplio escenario en el que se desarrolla el ámbito de la educación en Avellaneda se ve reflejado en cifras. Tomando la década que va de 2003 a 2013 se incrementó en casi un 80 por ciento la cantidad de egresados de nivel secundario. También se duplicó la cantidad de alumnos que cursan en las escuelas técnicas y eso se prolonga en los que cursan en la UTN: en 2013 eran 2.600 y en 2013 el número creció a más de 4.000.
Cualquier turista quedaría atónito. Gira la cabeza hacia un lado y una mole cilíndrica celeste y blanca irrumpe ante sus ojos. Cambia la mirada hacia la dirección contraria y enseguida aparece el rojo vivo de otro estadio grande y moderno. Un puñado de metros divide a Racing e Independiente, los dos gigantes del fútbol de Avellaneda.
En lo demás, los emparenta un pasado de gloria con campeonatos locales internacionales en sus vitrinas y la eterna admiración popular, que excede los límites de la ciudad. Pero Independiente y Racing, dos de los denominados “cinco grandes del fútbol argentino”, junto a Boca Juniors, River Plate y San Lorenzo, son apenas la cara más visible del deporte en Avellaneda.
Una rica parte del deporte argentino sentó sus bases en la ciudad. José María Gatica es uno de los más grandes ejemplos. El carismático “Mono” pasó de ser lustrabotas a convertirse en una leyenda del boxeo argentino. Delfo Cabrera, el histórico maratonista que escribió una página de gloria del deporte nacional al obtener la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 también creció en Avellaneda.
Y si de fútbol se trata, Roberto Perfumo, oriundo de Sarandí, con la Academia o Ricardo Bochini(aunque nació en Zárate), que se hizo profeta del Rojo, son solo algunos de los que dejaron su huella imborrable en la identidad deportiva de la Ciudad.
Una de las características que distingue Avellaneda es la gran cantidad de clubes de barrio, estimados en más de 150. Con el objetivo de proteger este ambiente propicio para el desarrollo deportivo y social, se puso en marcha el Programa de Fortalecimiento para Instituciones Deportivas, conocido como “Alentar”, que funciona desde principios de 2010 y apunta a brindar ayuda económica a estas instituciones. También está en pleno funcionamiento el Programa Municipal de Incentivo Deportivo “Aliento”, para colaborar con los deportistas de alto rendimiento, tanto convencionales como con capacidades especiales. Desde “Aliento” se gestiona, a través de la articulación con empresas locales, el acceso a aquellos recursos que faciliten la participación en competencias nacionales e internacionales.
Entre los que integraron alguna vez esta iniciativa se encuentra nada menos que la campeona mundial de boxeo Yésica Bopp y otros representantes destacados como los hermanos Joaquín y Daniela Gómez, en lanzamiento de martillo. Joaquín, que se entrena en el Centro de Fomento Deportivo de Avellaneda, con tan solo 16 años batió un récord mundial en la disciplina al lograr una marca de 81,88 metros. Daniela, alumna de la Escuela Municipal de Atletismo, se consagró campeona sudamericana y también participa de torneos a nivel mundial.
Otro ejemplo de esfuerzo es el de Ariel Quassi, el nadador del Club Atlético Independiente, que supo superar sus problemas medulares y obtuvo grandes logros como los diplomas en los Juegos Paralímpicos de Sydney 2000, Atenas 2004 y Beijing 2008, además de cientos de medallas en competencias nacionales y panamericanas.
En este contexto, los Polideportivos del distrito resultan un espacio ideal para desarrollar las prácticas. El Delfo Cabrera, en Sarandí; el Gabino Alegre, de Villa La Corina; La Saladita, también en Sarandí; y el Domingo Faustino Sarmiento, de Villa Domínico, donde se encuentra el estadio José María Gatica, entre otros. En todos estos hay canchas de fútbol, tenis, básquet, vóley, piletas profesionales, gimnasios y salones de usos múltiples. Además, se inauguró en 2013 el Primer Edificio Municipal de Alto Rendimiento Deportivo, en Villa Domínico. Allí se hará foco en los deportes de combate como boxeo, karate, judo, lucha y taekwondo con la mira puesta en los Juegos Olímpicos por venir.
La Comuna también organiza los certámenes intercolegiales, con la presencia de miles de alumnos, de 40 escuelas. En total, son 97 los establecimientos deportivos públicos y gratuitas distribuidos en todas las localidades y barrios del distrito a los que asisten más 2700 jóvenes y adolescentes que pueden elegir realizar atletismo, boxeo, canotaje, gimnasia, handball, fútbol, hockey, vóley, entre otras actividades.
Avellaneda mantiene, por tradición, un marcado interés por la cultura.
Figuras como Eladia Blázquez, Néstor Fabián, Rubén Juárez, Carlos Morel y el bailarín Pepito Avellaneda, se criaron en sus calles. Al igual que los actores Graciela Dufau y Luis Brandoni, el cantante lírico Dario Volonté o la célebre poeta de Sarandí, Alejandra Pizarnik, por citar a algunos. En sus clubes brillaron las más renombradas orquestas de la época de oro del tango. Y en el Teatro Roma, a metros de la Plaza Alsina, cantó Carlitos Gardel.
Con un calendario de óperas de gran despliegue escénico, la participación de la Orquesta Sinfónica Municipal del Partido, el Roma es considerado, junto al Colón, de Buenos Aires, y al Argentino de La Plata, uno de los tres templos de la música lírica. Fundado en 1904 (y restaurado a nuevo en 2015), su cúpula acústica es elogiada por directores de orquesta y músicos de diferentes géneros, quienes la consideran una de las mejores de América. De estilo veneciano, el Roma ostenta una araña de bronce de 300 kilos y 120 luces. El lugar se conserva en perfecto estado y ofrece una cartelera de espectáculos tan variada como nutrida, que va de lo clásico a lo popular con entrada gratuita para todos.
Lo mismo ocurre con el Teatro Colonial, fundado hace 85 años y restaurado hace cinco respetando su estilo y su entrada de faroles y piso damero. Por esta sala histórica pasaron estrellas del espectáculo de todos los tiempos. Y, claro, aquí también cantó Gardel. Hoy cuenta con sonido y luces de última generación y una variada programación de música popular.
Pero no sólo en sus clásicos teatros los vecinos pueden ver a artistas de gran nivel. Las fiestas y celebraciones del Partido son la mejor oportunidad de ver, gratis, espectáculos de gran producción y convocantes, producidos por el Municipio para sus vecinos. Jaime Torres y Zamba Quipildor se presentaron en las Fiestas Patronales de 2012; Adriana Varela, nacida en Dock Sud, lo hizo en la celebración del 202° aniversario de la Revolución de Mayo, en la Plaza Alsina y acompañada de la Orquesta Municipal de Tango. Y en abril de 2013, León Giego junto a Claudio Gabis (ex Manal) fueron aplaudidos por más de siete mil personas, en un show a beneficio de los inundados de La Plata, que además celebró los 161 años del Partido.
Puede decirse que, históricamenta, las calles de Avellaneda están acostrumbradas a las expresiones culturales. Desde siempre, los carnavales generaron en los barrios, murgas, corsos y bailes populares. Fueron prohibidos durante la última dictadura militar, y sin embargo, en los últimos años las celebraciones del Rey Momo se renovaron y crecieron en calidad, producción y categoría. La Avenida Belgrano se convirtió en un “corsódromo” local que ha visto pasar invitados de lujo como las compañías correntinas Carú Cyrá y Alelí de Bella Vista, y la comparsa O´ Bahía, del Club de Pescadores de Gualeguaychú. Cada año son más espectaculares y convocantes: en febrero de 2015 participaron nada menos que 10 mil vecinos.
Como nuevos y transcendentes espacios para la cultura, el Centro Cultural Hugo Caruso es un ejemplo de participación vecinal con propuestas culturales de todo tipo. Hecho a nuevo donde antaño funcionaba el Mercado de Abasto Municipal, en el lugar se presentan exposiciones, eventos artístiscos, muestras fotográficas, ciclos de cine, presentaciones de libros y tantas otras actividades. Avellaneda también tiene museos de riqueza histórica y gran variedad de propuestas.
En el edificio colonial donde antiguamente funcionaba la vieja estación de Avellaneda, abre sus puertas el Museo Ferroviario. Además, de una nutrida colección de objetos y mobiliario ferroviario y una maqueta de trenes que deslumbra a los niños, el museo conserva el vagón presidencial que usaron Evita y Juan Domingo Perón. El Museo Ornitológico contiene una colección de aves, que data de 1919, compuesta de 300 piezas tratadas con técnicas de taxidermia.
Otra de las joyas del Partido es el Museo Municipal de Artes Plásticas. Creado en 1953 expone colecciones de dibujos y cuenta con pinturas, esculturas, dibujos y grabados de los salones municipales y obras de artistas argentinos de reconocida trayectoria nacional e internacional. El Museo Histórico Municipal es uno de los baluartes históricos de Avellaneda. Fundado en 1852 presenta una rica colección de objetos, fotografías y documentos históricos ligados intimamente al Partido.
Y para los amantes de la cerámica está la Sala de Exposiciones del Instituto Municipal de Cerámica, donde se pueden apreciar obras cerámicas contemporáneas realizadas en diferentes simposios, desde 1993 hasta la actualidad.
Recientemente renovado, el Centro Municipal del Arte ofrece actualmente muestras de artes plásticas, conciertos, ciclos de cine y hasta un estudio de grabación público y gratuito para agrupaciones locales. Enclavada frente a la plaza Alsina, y con su característica cúpula de hierro, el CMA además es un espacio de distensión, con una terraza bellísima.
En el Hospital Presidente Perón funciona el Espacio Ecuménico de Meditación, Encuentro para el recuerdo de Eva Perón y Museo Evita. Allí se puede acceder a las salas originales que ocupó Evita durante su operación del 3 de noviembre de 1951. Allí fue tomada la histórica foto en donde Evita emitió por primera vez el voto femenino, el 11 de noviembre de ese año. Cuenta con fotos, objetos y mobiliario original utilizado por la abanderada de los humildes. También en Avellaneda está el Museo Municipal Islas Malvinas, con información de combates y soldados durante la guerra en ese territorio. Para apreciar toda la oferta, periódicamente, el Municipio organiza La Tarde de los Museos, con visitas guiadas e información para todos.
La cultura es en Avellaneda parte insustituible de su riqueza histórica y tradición. Una seña de identidad que crece con el tiempo.